Memorias de los Andes by José Luis Inciarte

Memorias de los Andes by José Luis Inciarte

autor:José Luis Inciarte [Inciarte, José Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Biografía
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T00:00:00+00:00


Entre nosotros

Daniel Fernández tiene hasta hoy a su disposición un «esclavo», Bobby François, quien le juró que lo sería de por vida, agradecido por todos los cuidados recibidos. También era conmovedor ver la forma en que los muchachos atendían al Vasco y a Arturo. ¡Con qué cariño los alimentaban y curaban!

Alvarito, con la pierna quebrada, nunca solicitó ayuda, se arrastraba por la nieve con sus manos y todos los días salía para trabajar en la fabricación de agua o en la costura del saco de dormir.

Carlitos, después de haberme escuchado una vez cantar la Marcha de Tres Árboles (un himno del Partido Nacional, mi partido político), se hizo cargo de mi pierna herida, ¡cuidándola hasta el último día!

Hubo, sí, situaciones que me molestaban y me daban bronca. Daniel cuidaba sus preciosos zapatos como si fueran un tesoro. De noche se los sacaba y los guardaba en el estante de arriba, muy juntitos y ordenados, y yo pensaba: «qué pelotudo, ¿dónde se cree que está?».

En cuatro ocasiones hicimos fuego con las maderitas de un cajón de Coca Cola, para cocinar la carne sobre una plancha de aluminio. Era cuando yo me recuperaba, pues estaba con los primos Strauch y garroneaba de lo lindo. Eduardo se negaba a mis ruegos, ya que decía que el alimento se reducía al cocinarlo, lo cual era verdad, pero también era innegable que, al estar la carne asada, me era más fácil comer y entonces podía ingerir más. Ante su negativa, me daban ganas de ahorcar a Eduardo, pero llegó el día en que la madera se acabó y nadie te daba un billete de dólar para prender el fuego.

Cuando apareció una valija llena de cigarrillos y empezaron a repartir, le llegó el turno a Pedro y, un segundo antes de que él dijera «no fumo», le dije «decí que sí y me lo guardás». Cuando acudí a reclamarle el pacto, me dijo «¿y tú que me vas a dar a cambio?». Le ofrecí dólares: negativo… al final trancé por parte de mi ración diaria. En su libro dice que hacía de todo por integrarse al grupo… De todos modos, gracias a esa reserva que Pedro había atesorado, me fue posible fumar sin mayores restricciones.

Una noche Numa se enojó con Tintín, no recuerdo por qué, pero que Numa se enojara como lo hizo me enfureció a mí también y, a través de la oscuridad más absoluta, reté a Tintín para batirnos a duelo a la mañana siguiente. Nada sucedió y Tintín se salvó de una paliza. Todo lo negativo se olvidaba rápido.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.